En una noche muy oscura, después de haber apagado la planta eléctrica del pueblo y cuando el reloj marcaba la media noche, nuestra vecina Diega, escuchó varios llantos desgarradores en el callejón que separa las dos viviendas.
Diega angustiada se levantó de su cama y se preguntaba que hacian los hijos de su vecina Giño llorando a esas horas de la noche en ese callejón. Se asomaba por las rendijas, pero no alcanzaba observar a nadie, se acostó y espero hasta que amaneciera.
Al día siguiente muy temprano Diega llegó dónde la Giño apreguntarle, porque le había pegado a sus hijos que lloraban anoche en el callejón, a lo que La Giño le respondió que ella no le había pegado a ninguno de sus hijos.
Diega comprendió que lo que ella escuchó no era nada de este mundo, y se trataba de los niños que salían llorando por las noches en las calles del pueblo.
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